Apagó el cigarrillo en el cenicero, apuró el último sorbo del café y antes de bajarlo me miró por encima del pocillo unos diez segundos. Finalmente lo bajó sobre el mantel, al lado del plato y del vaso de soda... largó aire por la boca y mientras se paraba, siempre mirándome, me dijo:
"Tené cuidado a quién le contás los miedos, pibe... después te vienen a buscar."
Me enamoré!
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