junio 15, 2012

Ingrato

Podría haber usado alguno de mis dedos para detener la lágrima que se deslizaba por tu cara, pero no, no soy así. Me quedo de brazos cruzados, te miro fijo con mis ojos rojos o enrojecidos, no sé, estimo, siento el ardor. Apuro un sorbo de vino, me gusta tener las manos ocupadas pero no quiero fumar, no de nuevo.
Tu cara tiene el color sanguíneo del calor y del dolor, las palabras salen a borbotones de tu boca y yo sigo no queriendo hablar, me conocés callado, me reclamás lo opuesto. No sé ser bueno, todos lo saben, no es mi estilo... tampoco ser cariñoso, me gusta estar solo o a solas. No esperás que vaya a vos, yo nunca voy a ningún lado, pero siempre estoy mirando, siempre estoy atento. Creo.
Otra lágrima cae y el cenicero está atiborrado de evidencias que hubo humo. Yo no fumé ni uno, repito. Se terminó el vino, me levanto y parece que me acerco para abrazarte, pero no... yo no soy de esos, me levanto a buscar mi campera, hace frío y tengo sueño... pero tenés razón, siempre, siempre está la familia, eso nunca va a faltar.

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