julio 30, 2012

Vestido

En la vestimenta también hay recuerdos.
El tuyo se hace presente cuando me pongo:

La camisa blanca a rayas negras
esa remera blanca con letras verdes
ese pantalón marrón
ese pullover gris
esas zapatillas blancas
ese gorro de lana
esa campera negra...

y aquella sonrisa.

julio 28, 2012

Aún así



El amor es lo único que nos quita el miedo a lo desconocido,
sólo una vez que perdimos el miedo a amar.

julio 23, 2012

Un monstruo en la ventana

Descubrí esa tarde que ese día y a esa hora, alguien había escrito lo que yo quería escribir pero no sé motivado por qué motivo o motivación. Yo tenía las palabras atravesadas en la lapicera, obturando la tinta y agobiando al pensamiento.
Lo leí en ese otro papel, del otro, del que lo había hecho bien y pensé "claro, así era" y luego "pero ya no".

Sentí una corriente de aire frío en mi espalda, me di vuelta y ahí vi a ese monstruo vecino, cercano, vigente... su insignificante estatura, sus dientes deformes, sus ojos torcidos, su expresión ladina, su estúpida imagen llena de estupidez y tanta pero tanta insípida arrogancia cubierta de la más insoportable artificialidad... lo miré detenidamente, lo evalué como hago siempre que soy un poco más parecido a mi yo pero violento y decidí no hacerle frente... prefiero luchas más dignas, más leales... con rivales menos descartables.

julio 21, 2012

El árbol y el bosque

Pierdo más tiempo intentando entender lo que pasó
para deshacerlo o corregirlo o mejorarlo
que luego ya el pasado es la prehistoria
el presente se convierte en el pasado
el futuro ya está aquí como el presente
y el futuro no se ve...

El pasado es el árbol, el futuro el bosque.

julio 20, 2012

Peras Eternas

Son esas eternas horas llenas de eternidad, llenas de ayer y su plural -si es que existe-. Esa inefable comunión de caminos que nos han llevado al mismo lugar. Como mirar el cielo y las estrellas, como mirar por la ventana y ver llover, como subir a lo más alto y estar juntos, como caer hasta el fondo y saber cómo volver y con quién o quienes.
Como todas las palabras y carcajadas en noches interminables, como las lágrimas en noches aún más largas y esa estúpida facilidad de dejar de llorar para reírse un rato. O ¿qué otra nos queda?. Todos tenemos un rol en esta cófrade unión y la llevamos adelante muy a nuestro pesar y para bien de todos los demás. Siempre seremos esto que está unido, una aleación indestructible en la que nos queremos y nos lo hacemos saber, no existe otra manera... otra manera de decirlo o de hacerlo notar. Aún cuando se acumulen días en ese almanaque alternativo, aún cuando uno de nosotros está en otro lugar...
Y a veces nos reunimos, nos miramos desafiantes, nos encontramos, nos hablamos fuerte, nos decimos perdón y gracias, cuando bien sabemos que no hace falta... al final cuando todo termine siempre quedará lo que nos damos y volveremos a dar... como siempre, como sabemos, incondicionales, eternos.

julio 16, 2012

Donde muere el mar

Arremangué las mangas de mi camisa -hay cosas que me ayudan a actuar más rápido y mejor- pero no tomé la precaución de atarme bien los cordones de los zapatos, negros como las pupilas de mis ojos en esos días de Febrero, tristes como aquellos todos otros días... anteriores.
Tomé por una ruta que me es desconocida, aún hoy 7 años después de retomar el camino, como siempre... nunca porque sí... y por supuesto que me perdí, no sé hacerlo de otra forma, sin una brújula (que todavía existen, yo nunca las usé y ahora se llaman de otra forma...).
Estiré el cuello y miré hacia arriba, hasta donde me dejaban los rayos del sol y vi que pronto vendría tormenta o un huracán.
Pensé las cosas una última vez, vi el cartel y bajé -y si bien estaba parado, nunca los pies sobre la tierra pero tampoco tocando el cielo con las manos- en un paraje que abrazo en mis sueños más despiertos en donde nunca está iluminado por el sol ni ensombrecido por estas sombras.
Mi primer paso es firme, pero luego de dar unos cuantos más resbalo, es una colina imprevista y embarrada y en ella como un alud de carne y huesos, con la sangre helada y el sudor en la frente y en la palma de mis manos... me deslizo cuesta abajo inevitablemente, hasta caer de narices en la arena de una playa que se encuentra impensadamente en ese lugar... un escenario que se crea golpe a golpe, segundo a segundo y en donde aún nadie ha pronunciado una palabra, y tampoco nunca nadie lo hará, cuando apoyo mis manos despegando el pecho del suelo y llevando mis ojos a la vista incierta del horizonte ahí adelante... me doy cuenta que he llegado tarde, que tus pies ya han dado el paso en falso y estás caminando en ese lugar, donde muere el mar.

julio 15, 2012

Respuestas

Una vez descubrí que no sabía responder
ese día decidí dedicarme a hacer preguntas
y de esa forma, conseguir respuestas.

julio 10, 2012

La última verdad

Me explicó con paciencia cada vez que fue necesario hacerlo y hasta cuando yo no prestaba atención. Con esa misma paciencia me retaba, enseñando, explicando. Estaba destinado a heredar su prudencia y nunca la aprehendí, pero sujeté con fuerza la idea de que ser cariñoso es una virtud, vergonzosa pero inevitable.
De él aprendí que con cualquiera de todas las palabras siempre arranca una canción y que la música es la mejor compañía cuando estamos solos y cuando estamos juntos, los dos. Compartió conmigo el don de la generosidad y yo nunca pude imitar su perfil bajo, aunque si su humildad.
Me dejó tropezar sin señalar luego la obvia piedra en el camino. Dibujó la maravilla en mi rostro con sus manos increíbles y su inteligencia universal. Me mostró en los libros el camino de la fantasía y los sueños pero en los discos la verdad de la conmovedora pasión y de las vitales palabras.
Me vio superar sus proezas y siempre mostró admiración por lo hecho.
Siempre supo estar al margen de lo que era solo mío y tan cerca como se puede estar en los momentos de mayor necesidad.
Me enseñó de qué se trata la lealtad y luego me dejó elegir el camino. Pero antes me enseñó una frase que atesoro, desde siempre: "Nunca está dicha la última verdad".

julio 08, 2012

Trilogía de los sueños

Los pies caminaban el mismo rectángulo que la vez anterior, en un mes anterior pero en la misma semana, casualmente siempre. Lo que permanecía intacto era idéntico, digo la sonrisa y la maravillosa inmensidad de su pequeñez.

Debo haber yo mismo sonreído enormemente porque ella también lo hizo congelando el Universo y dando el premio más grande a mi corazón que late diferente, feliz. Aposté a la sorpresa como a veces y, aunque no siempre pasa, creo que aposté bien.

Desapareció el cansancio por siempre, por esos días que fueron cortos y volaron fugaces, volátiles, ansiosos por no irse. La ciudad que se había apagado volvió a encenderse, dejándonos a solas con un montón de gente. Algo nos conectó -alucino para mis adentros, ingenuo-.

En todas esas pocas horas de felicidad pero todas las horas que existieron al final, medí su cuerpo en mis brazos y siempre su mirada cambió el rumbo del reloj. En la insomne quietud de la noche (amanecer) sentí su voz en mis oídos, su cuello en mi nariz, su pelo en mi boca y su respiración, y
su risa cuando duerme y cuando no. Vi sus manos, que recordé iguales de profundas y de blancas.

Su sonrisa parecía decirme que me quede cerca, por las dudas, que me quede ahí y yo no di por cierto el amanecer, no quería despertar.

El tiempo no pasó en su rostro pero hizo un remolino en mí, en el techo dibujé estrellas infinitas
mientras contaba las horas por pasar. Ella dormía, yo no dejaba de soñar.

Yo confesé querer quedarme un día más y ella dijo que lo hiciera. No quise arruinarlo, y me fui, feliz, por fin. Como siempre, pensando en que pronto volveré. Como en los dos sueños anteriores.