noviembre 21, 2012

Oídos sordos

Una infrecuente constelación de palabras, fugaces, insípidas. Tan diferentes, indiferentes, tan injustas con el momento y con la historia de los momentos de siempre, siempre antes, siempre durante. Después, no sé que es el después. Pero está ahí, ahí lo veo. Cierro los ojos, ahí lo veo.
Recuesto mi espalda y levanto las piernas para descansar. Puedo sostener el vaso en la mano derecha y echar la cabeza para atrás, apoyarla en el respaldo. Los ojos siguen cerrados, pero en la oscuridad de la ceguera que provocan toda clase de imágenes aparecen. Puedo respirar profundo, y el vaso refresca mi frente. Y sigo respirando profundo... no es mal humor pero no sé como se llama. No cambia mucho el color de las cosas, porque está acá en este sillón.
Conformarse, es como firmar un empate... por miedo a ir para adelante y perder por goleada... 
Ojos que no ven, corazón que no siente... oídos sordos... toda esta necedad, tan nuestra y en contra nuestra.

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