enero 24, 2013

Breve

Y cuando vuelva de todos aquellos lugares lejanos tan distantes, voy a mirarte a los ojos enamorado como la primera vez que te vi por última vez.

enero 19, 2013

Ojos cansados

Entrecerré un poco los ojos, para ver mejor... quería descifrar este dilema, quería descubrir el secreto, quería saber que era. Tengo la mirada cansada lo sé, tal vez antes podía mirarte mejor.

Quisiera tener mis manos más cerca para pasarlas por tu espalda y sentir que se calma el dolor donde sea que lo estás sintiendo y escuchar llegar como música tus suspiros, el aire de tu nariz, el vacío de tu cuerpo...

Apostaría por palabras, como siempre, pero dichas lentamente en un tono muy bajo. Usaría mi nariz para recordar que estás acá, ya habiendo cerrado mis ojos. Avanzaría despacio desde tu cintura hasta tu cuello, corriendo a los costados tus cabellos... descubriendo que la luz no es necesaria, que por la ventana nos mira la Luna, que el viento que sopla viene porque nosotros estamos acá y que el reloj se detuvo calmándolo todo...


enero 16, 2013

Micro

Lleno de espinas el camino
las palabras cuelgan del tejado
una sombra aparece por detrás
y el tiempo se ha terminado.

enero 13, 2013

La historia


Subí las escaleras corriendo, contento, finalmente había llegado, casi sin llamar la atención. Había dejado fluir mi sonrisa y con las manos en los bolsillos, una noche de mucho frío diferente a aquella en que nos conocimos, yo en pantalón y camisa, ella preciosa de saco azul, pequeña, compacta, eterna. Sus ojos claros, su pelo dorado. Zapatillas negras, aros siempre, sin anillos de nuevo.
La primera vez que estuvimos cara a cara y me miró, yo reparé en algo en su rostro, algo que siempre iba a recordar y de lo que ella nunca querría hablar. Pensé que podría hacerle un chiste, ella me respondió con firmeza, pero se rió al fin como toda la vida. Ese día me miró con buenos ojos, serenos, protectores, letales. Anduve con esa estela por meses, protegido, sereno, subyugado.
Estábamos en cero y solo podíamos sumar. Y entonces sumamos minutos a nuestras noches, miradas a nuestros días, silencios a nuestras tardes, enojos a nuestras distancias, palabras a nuestros reencuentros. Yo, desde el principio, solo quise quererla porque es eso lo que sabía hacer. Quererla y extrañarla. Sabía que si miraba el cielo estaríamos mirando las mismas estrellas, pero no sabía si ella miraba el cielo o el suelo. Yo siempre quise saberla feliz.
Siempré confié en que confiara en mi y a veces esa confianza se deshacía en misterios que podrían resolverse en un segundo milagroso, único e irrepetible. Hasta la próxima vez.
Nuestros pies dejaron su huella en todas las veredas de todas las ciudades que pisamos juntos (ciudades y barrios). Y caminaron la distancia entre nuestros cuerpos fundiéndolos en un abrazo y mis ojos la miraron siempre a sus ojos, diáfanos, misteriosos, ajenos a veces. Y mi boca pronunciaba todas las palabras que mi mente nunca llegó a pensar.
Nos acompañamos siempre desde el principio del camino hasta el final, en las bienvenidas y en las despedidas.  Y en mi memoria quedaron grabados todos los números posibles y hacia allá fueron mis cartas. Y alguna vez me senté en el umbral de mi puerta a esperar una carta que nunca llegó, a pesar de.
Siempre supimos que teníamos en común la certeza de no ser parecidos y sin embargo compartir. Una extraña atracción llamada en alguna ocasión, la confusión... un absurdo. Cuando canté canciones que hablaban de ella la letra hablaba de los dos. Ella siempre entendió las letras y supo que estaban en ese papel para que las pueda leer. Toda esa sensibilidad jugaba en mi estómago subiendo por mis brazos convertida en la necesidad de abrazarla infinitamente.Una tarde Le expliqué la composición de los besos, palabra a palabra, sin dejar de mirarla un segundo, sin dejar de besarla, besos cortitos... hasta que me largué a reír cuando cuestionó la veracidad de mi teoría... y entonces descubrí de dónde viene la felicidad... o sea, de ningún lado, está ahí. Cuando conocí su cuerpo desnudo me detuve en su espalda y su pecho, tiré el pelo para adelante y la amé, como hasta entonces pero como nunca. Luego se paró y a media luz me miraba desde la puerta de la habitación... había estado entre mis piernas minutos antes y ahora estaba en otra galaxia. Me miró gravemente, yo dije algo de lo que sentía y ella respondió algo que yo ya sabía y eso era lo que más me gustaba de ella. Ya no estábamos en cero, pero no había motivos para restar.
En la calle ya no había luz, no hacía frío, me levanté a cerrar las ventanas, vi la silueta de la luna en el cielo y noté que hacía mucho que no tenía miedo. Vi mi reflejo en el vidrio de la ventana, tenía una sonrisa en mi cara, pude advertirla... una sonrisa que a principio de año había visto morir y hoy estaba en mí.

enero 08, 2013

Una historia

Bajé la escalera casi corriendo, enojado... era tarde y no me gusta caminar con bolsas grandes ni nada que llame la atención. Soy un ser que no llama la atención y menos con las manos en los bolsillos, en una noche de calor como cualquier otra, como el día que nos conocimos yo en ojotas y remera negra, ella despeinada y de pollera azul oscura, volátil, hasta los tobillos. Sus ojos verdes, su pelo negro. Sandalias rojas, rodete... sin anillos. 
La primera vez que estuvimos cara a cara y me sonrió, le avisé que no se acostumbrara a verme con buenos ojos, que lo que estaba pensando desaparecería a corto plazo. Ella dijo: "Ay, ¿Por qué sos así con vos mismo?. Yo le respondí "Porque ahora estamos en cero y solo podemos sumar... esto no es el chinchón, no hay menos diez" Creo que dije menos dieces y ella se rió. Al principio soy muy gracioso y creo que transmito confianza. Ese día tomamos un helado, uno entre los dos... yo no soy muy goloso pero me gusta compartir... ella eligió los gustos, yo conseguí las cucharitas y las servilletas... después caminamos por la avenida. Incluso cuando ya nos rodeaba una multitud nunca sentí que hubiera nadie además de ella. Al principio eso puede ser decisivo, mis ojos la miraron exclusiva y cálidamente, atravesando sus ojos diáfanos, misteriosos, ajenos. Ella pensaba todas las palabras, yo no necesité pensar.
La acompañé hasta la casa, en la puerta no había número y nunca podría enviarle una carta. La saludé y quedamos en vernos al otro día. Así fue, nos vimos durante diez días todos los días, con sol o sin él, y cada vez más cerca. Descubrimos que teníamos en común la sensación de que no teníamos nada en común. Y eso nos atrajo siempre, una lucha interna por intentar explicar eso que sentíamos, ese absurdo. Un día canté una canción que hablaba de ella y ella escuchó una canción que hablaba de los dos. Comprendió la letra al instante, su sensibilidad me hacía ruido en el estómago, quería tomarla con mis manos de sus manos y abrazarla infinitamente. 
Le expliqué la composición de los besos, palabra a palabra, sin dejar de mirarla un segundo, sin dejar de besarla, besos cortitos... hasta que me largué a reír... y entonces descubrí de dónde viene la felicidad... o sea, de ningún lado. 
Cuando conocí su cuerpo desnudo me detuve en su espalda y en su cuello, tiré el pelo para adelante y la amé, como hasta entonces pero como nunca. Luego se paró y a media luz me miraba desde la puerta de la habitación... había estado entre mis piernas minutos antes y ahora estaba en otra galaxia. Me miró gravemente, yo dije algo de lo que sentía y ella respondió "yo no soy como vos" y yo le dije que ya lo sabía. Que eso era lo que más me gustaba de ella. Ya no estábamos en cero, ya podíamos restar. 
Esta vez en la calle no había luz, hacía frío, las manos en los bolsillos no alcanzaban, vi una silueta acercarse a mi por la vereda, tuve miedo... cuando llego a mi, era un hombre con las manos en los bolsillos, de ojotas y remera negra, caminando en dirección hacia su casa. Quise advertirle, pero tuve miedo que se riera de mi. De mi, que ya lo había perdido todo. 

enero 06, 2013

Un mensaje

A cuentagotas se iba terminando el último día del año que había comenzado en una infernal mañana que llenaba los cuerpos de sudor. Las calles vacías de gente ocupada, preocupada, el fin del fin estaba aquí y en muchos otros lados donde también habita gente despreocupada. 
Una sensación de apatía, de cierto aburrimiento, con rastros de innecesaria ansiedad y desagradable resignación. 
El día se fue, como se van todos pero en él todo el mes y todo el año,  llevándose todo. Mientras algo se va a cuentagotas, algo llega de golpe, súbitamente, como el viento que se lleva todo, todo lo que está en la mesa, como si limpiara, como si quisiera limpiarnos de algo...
Yo estuve triste, esta noche diferente, tan vacía de gente, tan lejana de los afectos, una mesa pequeña, una charla normal... y de golpe además de la tristeza, tengo frío, y la Guerra y la Paz se hacen eternas en esta mesa y junto mis cosas y me voy, acá nomas  tan temprano... me acuerdo de mi abuelo que en Navidad brindaba y se iba a dormir, tan solo, tan lejos...
Me quito la ropa, acá adentro hace calor, me sirvo un vaso de agua y dos hielos mientras rechazo una invitación que ya había rechazado varias veces. Y me encuentro con un mensaje impredecible que me saca una sonrisa, la primera de este año, que tal vez sea un buen año para quienes nunca dejamos de querer, nunca dejamos de creer y nunca dejamos de soñar un sueño.