marzo 31, 2013

Sueños por cumplir


Si la medida de las cosas fuera el lugar que ocupas en mis lugares, tal vez a los ojos de los demás, y también a los tuyos, todo podría parecer una total pérdida de tiempo. Así funciona el mundo de verdad, la realidad. Pero una vez invitada a ésta, mi fantasía, pequeña criatura, viajera de este ensueño no hay mucho que pueda deshacerse. Pocas cosas pueden volverse atrás.
Si tantas horas has dejado, grabando tu estela en mi impericia de ser humano imaginario e ideal, ¿de qué color pintar los ojos?, si los únicos colores que conozco habitan tus pupilas, y brotan de tus manos, los pinceles. Y a qué espejo más perfecto podría reclamarle mi reflejo, si no es a tus miradas, las que no me miran, las que no me ven.
En qué otro lugar querría esperar el eco de los sonidos que me alegran y desvelan, si no es en las paredes de tu boca, en el marfil de tus dientes, en la seda de tus labios, cuando por mágica coincidencia, la palabra que pronuncio se repite en el sonido de tu risa, el eco.
Sin embargo, es probable que no lo sepas ni lo sientas, por más que te inunde y te invada hasta ser parte de tu sangre, y de las gotas de agua con sal que lloraste.
Creo que equivocas el origen del estímulo que te llena, del misterio que te llama, de la vida que te espera, de los sueños por cumplir.
Yo creo. Tú sabrás.

marzo 29, 2013

Una pregunta intrusa


¿Por qué no querrá besarme?, me pregunté envuelto por un halo de dudas.
En la soledad del cuarto, la conexión de los cuerpos y sentidos, parecía inminente e inevitable. Los movimientos se desarrollaban lentos, mutuos, dócil y naturalmente.
Cierto es que existían algunos motivos anteriores, más y menos propios e importantes, pero todo sucedía como si hubiera sido preplaneado y las imponderables traicioneras del destino hubieran dado su consentimiento al devenir de los hechos.
Era evidente que algo debía, e iba a, suceder pero cada vez que mis ojos, tristes y oscuros, se encontraban con esa melosa y diáfana mirada, no podían sostenerla ni tres segundos.
A esa altura mi mano había alcanzado la espalda. La espalda ya estaba sobre mi regazo y la cabeza descansaba contra mi pecho inquieto. Mi otra mano jugaba en el vientre y subía, luego, para recorrer dedo a dedo el rostro y terminar peinando el lacio y claro cabello.
Mi boca que debía besarla, insistía con frases sin sentido, evasivas que complotaban contra lo que tanto deseaba, esperaba y deambulaba en mi cabeza... y en mi corazón.
Es cierto que toda la ceremonia prolongaba y postergaba la expectativa por la satisfacción del roce de los labios, potenciando el dulce sabor del desenlace ineludible.
Algunas sonrisas ocurrieron, descubriendo los perfectos y perlados dientes, generando un sonido embelesante y cautivante, hinchando el vientre bajo mi mano y llenando de rubor las mejillas, tan delicadas y prominentes, dilatando las pupilas que cambiaban a dorado su color miel original.
La ciudad con sus ruidos se intruìa por la ventana. Además de las voces y las respiraciones, sólo la ciudad se hacía escuchar. Creo que yo, también, podía oír al corazón latir.
Así, los segundos parecieron minutos y los minutos, horas. No sé cuanto tiempo pasó, pero sin dudas me pareció una eternidad, hasta el momento en que no existieron más las palabras, las razones que demoraran lo que debía y, finalmente, pasó... la besé. La besé y me besó. Nos besamos por horas que parecieron minutos que, a su vez, parecieron segundos.
Los días pasaron muy rápido al fin. Esos besos aceleraron todo. La alegría todo lo acelera, la felicidad es el vértigo.
El tiempo comenzó a pasar rápido entre besos y caricias. El tiempo volvió a ser eterno cada vez que separó y demoró los reencuentros.
Pero el tiempo dejó de existir y sigue no existiendo desde que comencé a preguntarme... ¿Por qué no querrá amarme?.

marzo 28, 2013

Primera Junta


Justo cuando llegó tu mensaje estaba terminando una canción que conocí por vos. Lo leí  y abrí los ojos grandes, miré a los costados hasta encontrar a qué altura de esa avenida estaba, hice cuentas y me levanté disparado a tocar timbre, unas cuatro veces seguidas, hasta que en la cuarta noté que el chofer me miraba por el espejo y me hablaba con cara de pocos amigos y yo no lo escuchaba, me saqué los auriculares y me di cuenta que no era que el timbre no sonara sino que yo no lo escuchaba, como tampoco escuché los insultos. Esa imprudencia me costó unas diez cuadras de lejanía extra.
Me volví a poner los auriculares y elegí música que animara una larga y veloz caminata. Los casi 40 grados de sensación térmica y mi legendaria mochila generaban un tremendo mar de agua (salada) debajo de mi camisa, la más veraniega.
Atropellando todo lo que se interpusiera, cual Richard Ashcroft del cono sur, crucé todos los semáforos en rojo, a veces caminando, a veces corriendo, a veces esquivando, a veces desafiando con la mirada a aquellas voces que, de nuevo sordas, no escuchaba por la música y haciendo la cuenta de cuántos bocinazos había recolectado.  
Metí el pie en un charco, de nuevo, mojando mi pantalón que por supuesto era claro. Más de una persona en el trayecto quiso interrumpir mi paso para preguntarme algo, para venderme algo, para distraerme algo, ninguna tuvo éxito desde el principio en interrumpir mi paso decidido.
Las palmas llenas de sudor, paré un par de veces a acomodarme las medias, mis zapatillas de lona no estaban previstas para caminar tanto y en la mochila tenía zapatos…
Algunas cuadras eran paredones interminables, un señor de vientre prominente escupía semillas de mandarina y no paró ni siquiera cuando yo pasé, pero logré esquivarlas apelando a recursos que tienen que ver con otras cosas, con otros tiempos, con otros estados físicos… pero el cuerpo tiene memoria.
Apuré el paso un par de veces cuando sentí que intentaban arrinconarme buscando el botín de mi mochila, que era preciado por mí.
Ya había recuperado todas las cuadras del colectivo, ya había llegado a ese supermercado y ahora tenía que desandar el laberinto que conozco desde el principio…
De repente como en una espiral fantástica del destino o del entuerto veo fente a mí de nuevo el colectivo, el mismo coche, el mismo color, en el reloj la misma hora, veo de espaldas tu cuerpo en la parada, tu mano que se estira y lo detiene, me veo de frente a mi mismo y mi cabeza (la del otro yo mismo) que se da vuelta de golpe, vuelve hacia vos y te besa, y de un salto se sube y vos no te quedas mirando el colectivo, yo (el de ahora) si me quedo viendo, y me veo a mi mismo sacando el teléfono del bolsillo para escribirte que te extraño sin saber que luego iba a recibir el mensaje que me haría bajar del colectivo para regresar…
Te sigo unas cuadras, sin que me veas, veo que sacas el teléfono y en ese momento pareces notar mi presencia, te das vuelta de golpe y justo cuando estás por verme, me despierto por un grito del chofer que dice “Pibe, ¿vos no te bajabas en Primera Junta?”

marzo 26, 2013

Un viaje

Una cápsula del tiempo me lleva a recordar cuándo fue la última vez y no quiero recordar, todo está ahí, adelante. Mi cabeza es una vorágine, una proyección de imágenes continuas repleta de adrenalina. Lo que alguna vez soñé está ahí cerca, eso que alguna vez dejé de soñar, realista, este estúpido yo realista.

Las alas prestadas -yo no sé volar. Todas las banderas que leía en el diccionario y me aprendía de memoria, todos sus colores. Y las capitales y sus monedas. Todos los idiomas en mi boca, mi boca con sonrisa, mi boca con ganas de gritar, con muchas ganas de gritar.

Un viaje, apagar la luz, cerrar la puerta, abrir el cuaderno escribir  DÍA UNO, levantar la mirada y empezar a viajar, a soñar, a escribir, a conocer, a descubrir, a compartir, a nunca más olvidar... que la realidad quedo atrás...


marzo 21, 2013

Nocturno (plagio)



Dos sombras vagan en el patio trasero de la casona que duerme. Nadie se da cuenta, y en el silencio de la noche estrellada, el enigma de dos cuerpos que se observan sin buscarse.
Dos pares de ojos amarillos se estudian con cautela. Permanecen las criaturas inmóviles, agazapadas, y esperando el movimiento del otro. El silencio es sepulcral. Nadie lo nota. Dos gatos se observan en la noche y nadie es testigo de este fantástico encuentro. 

marzo 14, 2013

Frágil

Era como esas noches de narices frías que se tocan con los ojos cerrados, con los abrazos de brazos en sacos de paño y vidrios empañados y los guantes haciendo círculos frenéticos de forma de crear una ventana en la ventana, sin romper el cristal.
La espera desde el primer momento en las llegadas, la espera hasta el último segundo en las partidas. El tiempo que se estira con el riesgo de convertirse en un nunca jamás, ese riesgo absurdo y la ingenua ilusión de convertirse en un instante, en un pequeño salto para el corazón.
Una incierta distancia en los latidos y dos formas diferentes de dormir... dar vueltas en la cama y no cerrar los ojos o cerrar los ojos y sonreír, respirando brevemente en lo que llamamos suspiros. Suspiros trayendo a la memoria esas noches de narices frías que se tocan con los ojos cerrados entre abrazos de brazos en sacos de paño luego de vidrios empañados resueltos por guantes haciendo círculos frenéticos creando una ventana en la ventana sin romper el cristal... frágil.
Fragil como la espera, como los suspiros, como la distancia, como los sueños, como las sonrisas, como la memoria, como el amor.

marzo 04, 2013

Escena

En estas tardes que no se parecen a aquellas tardes apenas la luz entra por la ventana y esas cortinas cerradas. Hace calor acá dentro y es que no podemos rodearte de frío. Contamos con todo el silencio que nos permite esta tele y los vecinos de cuarto. Yo leo mi libro, vos dormís tranquilo y de reojo te miro. Ya estuvimos en estas tantas veces pero antes hablábamos más.
Con cada hoja que paso saco una cuenta y después dejo de pensar, los pensamientos no ayudan y pedís agua. Tomás un poco y con cara de dolor volvés a dormir. Yo saco otra cuenta, anoto algo y sigo leyendo. Miro de reojo la pantalla y sigo adelante, el libro se va a terminar antes que se haga la hora.
Una ráfaga de tos irrumpe en tu pecho y dejo el libro en la silla, me paro y te miro, te pregunto y entiendo que no hay respuesta. Empiezo a manotear cosas y te las ofrezco, no doy en la tecla... me resigno y espero... Finalmente termina y entonces abrís los ojos y me mirás y te miro... te lleva unos segundos ubicar la escena... y entonces con no poca dificultad, me preguntás atento: "¿jugaste este fin de semana?".


marzo 03, 2013

Ascensor

Entre estas cuatro paredes espejadas y con botones numerados, los rostros más disimiles se encuentran... las comisuras van arriba y abajo. Esas miradas y esas bocas no bajan nunca en el mismo piso. Pero se saludan al encontrarse y al separarse...