julio 26, 2013

Juegos

Al ver su espalda comprendió qué camino tomar, cruzando el ancho mar, con su sonrisa a cuestas y todo lo que cuesta desprender. Dejó correr las horas en esos días térmicamente amplios, aeróbicamente eternos y llenos de palabras poco familiares y juegos, juegos de palabras que se confunden en su significado, en su orden y en su cuna. 
Todos esos cielos diferentes, esos lugares tan lejanos con el perfume de las manzanas verdes introduciéndolo en un sopor inigualable, sin nada en la cabeza, sin nada en el corazón, sin nada... de ponzoña, veneno que adormece la dicha, el futuro más feliz. 
De esta forma se alejó de esa espalda y esos juegos, pero como todos los juegos, cada partido es un partido y como algunos juegos se juega hasta la muerte, a muerte, a morir... 

El juego siguió en estas tierras y el mejor jugador es como la araña, paciente y lo juega así, despacio, distante. Como todos los juegos gana el que sabe lo que va a ser y a hacer su rival, y con los días el juego se empieza a perder cuando las cartas están al revés, a la vista del otro y cuando cinco minutos antes de volver a dar la espalda por enésima vez, la araña clava su veneno ponzoñoso en tu cuello, abrazándote con sus ocho patas y dejandote un sabor inigualable, que sabe a victoria y es una nueva derrota que durará lo que dura el entretiempo en este juego tan triste, tan triste...tan feliz

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